Hola

Quiero daros la bienvenida a todos los que estáis aterrizando en el Reino de la Mermelada por primera vez. Esta es una ventana abierta a través de la que podéis asomaros a lo que es mi día a día. Si llegáis aquí buscando respuestas o información sobre la leucemia infantil, que sepáis que las respuestas están en vosotros mismos, yo sólo puedo compartir las mías. Agarraos fuerte que vienen curvas.

martes, 17 de febrero de 2009

La polilla


Venezuela es uno de los países más hermosos en los que he estado. La naturaleza salvaje se abre paso por todos lados, en cada esquina crece una inmensa planta verde de hojas generosas.
La naturaleza lo inunda todo, la inanimada y también la animada.
San Cristóbal del Táchira es una preciosa y peligrosa ciudad cerca de la frontera con Colombia. Es bastante conocida por los amantes de la tauromaquia por tener una enorme plaza de toros.
El mejor hotel de la ciudad es el Tamá. En mi estancia allí me dieron una suite, con un gran salón con cómodo sofá, una amplia terraza con vistas a la piscina y una habitación funcional con cama de 2X2.
El "regalito" que venía incluido en el lote nadie me lo advirtió. La puerta corredera de la habitación y saloncito a la terraza no cerraba bien, y los insectos, igual de generosos que la vegetación de la zona campaban a sus anchas tanto en la terraza como en la habitación.
Una noche, ya metida en la cama oía una especie de revoloteo que no me dejaba pegar ojo, por más que encendía la luz y miraba no veía qué podía ser.
Me levanté y fui al salón, y allí al encender la luz, una polilla del tamaño de un 747 se avalanzó sobre mí. El grito que dí se oyó en todo el valle del Táchira.
Empecé la cacería, zapato en mano y así a zapatazos la arrinconé hasta que pude plantar todo el zapato encima.
Con todo y con eso, la polilla era tan enorme que sus alas sobresalían por los lados del zapato.
Allí la deje, debajo del zapato y al otro lado de la puerta de la habitación. Ni que decir tiene que no pegué ojo pensando cómo evitar un futuro ataque y al final descubrí la manera. Encendí el aire acondicionado de la habitación y lo puse a 10 grados, el mínimo que el apareto me dejaba, así los bichos se iban fuera de la terraza a temperaturas más razonables y yo dormía tapada hasta las cejas, así evitaba la pulmonía y me parapetaba contra los bichos.

2 comentarios:

Emilita dijo...

!!GENIAL¡¡ eres genial..Muchas gracias por esta anécdota.
Mil besos

Lamardestrellas dijo...

¡Qué bueno Lou!
¿Ves como eres una valiente? Yo me hubiera escondido bajo las sábanas y hubiera muerto de inanición antes de asomar una mano para enfrentarme con semejante monstruo...