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Quiero daros la bienvenida a todos los que estáis aterrizando en el Reino de la Mermelada por primera vez. Esta es una ventana abierta a través de la que podéis asomaros a lo que es mi día a día. Si llegáis aquí buscando respuestas o información sobre la leucemia infantil, que sepáis que las respuestas están en vosotros mismos, yo sólo puedo compartir las mías. Agarraos fuerte que vienen curvas.

viernes, 23 de septiembre de 2016

La maleta para la fiesta del pueblo

Las fiestas de los pueblos son, de lejos, mas importantes que cualquier fiesta de cualquier ciudad.
Prueba de ello es el maletón de ropa que se usa.
Yo iba a las fiestas del pueblo, iba cuando tenía pueblo, ahora sólo tengo recuerdos.
Llegado el 20 de Septiembre mi madre me ayudaba a preparar el maletón para ir al pueblo con mis abuelo. Un maletón lleno de ropa de todas clases que os iré contando. Mi abuela revisaba al deshacerla con mucho más ahínco que mi madre y yo al guardarla.
¿Por qué?
Pues porque no fuera a habérsenos ocurrido a mi madre y a mi meter "los pantalones del culo cagao" como ella los llamaba. Eran unos pantalones de esos estilo moro de cuadros madrás preciosos, a juego con una camisa. Eran realmente bonitos y elegantes, de hecho los había comprado para una comunión. Mi abuela los odiaba, me los requisaba y los escondía, no fuera a ser que se me ocurriera ponérmelos, ¡qué pensaría la gente! (...)

Os cuento el "modeleo". Lo más, más, más elegante para el día 24, para la procesión solemne, en la que las ancianas del lugar (viejas pedorras) se quedaban en la iglesia sin pasear a la Virgen no fuera a ser que se quedaran sin sitio para sentarse.
Despues de la procesión y la misa había limonada en la plaza.
Lo segundo más elegante para hoy, día 23, para esperar a que bajaran la imagen de la Virgen del cerro y pasar a saludarla y darle un beso.
Esta noche será el toro de fuego y la pólvora. Sí, la pólvora, que eso de los "fuegos artificiales" suena demasiado a ciudad. Y el baile, Paquito el chocolatero y mucho pasodoble.
 Cada día a las 8, la Salve, el 23, 24, 25 y 26. Hay que ir guapa. Y rezar la Salve, y cantar la Salve.
Me encantaba cantar la Salve.
Y luego pasábamos a besar a la Virgen. Ya en los últimos años que fui, las mujeres nos rebelamos contra la tradición de que los hombre pasasen primero y Don Victor, el párroco, ya ni lo decía.
Cada noche baile, y cada mañana, el encierro. ¡Yo corría los encierros!, no, no es que fuera especialmente valiente, es que el toro iba atado, que a la gente le gusta la fiesta pero libre de posibles disgustos. Nunca fui a los toros, no me gustan, mi abuelo era súper aficionado.
Y el día 27, a las 11 de la mañana se sube en procesión al cerro, a decir la misa a la Virgen a las 11:30 y dejarla allí hasta el año siguiente. Para esa subida era el tercer modelito más elegante.
Echo de menos esas tradiciones, pero ya sabéis que cualquier atisbo de religiosidad desapareció de mi vida hace casi 9 años. Aún así me encantaría que mis hijos pudieran vivir algún año esas fiestas, todo el programa no, es muy difícil, pero al menos la pólvora...
Es difícil. La casa de mis abuelos es ahora de un tio mío e ir a una casa rural allí mismo me haría sentir muy rara.
Llevo una semana planeando esta entrada, pero se me hace un nudo en el estómago cuando recuerdo aquellos días, a mis abuelos, mis fiestas con ellos.
Que sean felices fiestas.

PD: la imagen que os he puesto es la de la virgen antigua, de antes de la guerra, una imagen como esa iba siempre en mi cartera.