Saco la calculadora que anda escondida por algún lado de mi cerebro y hago cuentas. Hace más de seis veranos que no camino la playa, mi playa de Poniente de cabo a rabo, la cuenta sale fácil, hace seis veranos que estaba embarazadísima de mi hada de mermelada y la retención de líquidos en mis piernas me impedía andar ligera.
Hace cinco años y nueve meses que no duermo del tirón, que no sé qué es la despreocupación.
Hace cuatro años y tres meses que me dí cuenta de que sólo con dos manos es difícil atender a dos bebés, que es muy difícil convencer a los peques para que duerman acompasadamente y que lo más fácil cuando uno estornuda es que el otro empiece con tos.
Hace un año y nueve meses que lamento no haber estudiado para titiritera, así tendría un niño en cada mano mientras el otro vuela por los aires el elegante pirueta. Hace un año y nueve meses que descubrí que se puede compartir una cama pequeña con las cuatro personas que más quieres en el mundo y te das cuenta de que aún cabría alguna más.
Hace cinco años y nueve meses aprendí, de golpe, que el amor incondicional existe, que es ilimitado y se estira y se estira para hacerlo llegar a otros "amados" incondicionales.
Y hace ocho meses que tengo la certeza de que de un plumazo la vida te quita la posibilidad de echar más cuentas.
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