Salimos del hospi el viernes a mediodía, justo a tiempo para poder correr con mis otrs dos duendes al médico a primero hora de la tarde.
Mi hada de mermelada no había podido ir al cole, tenía el estómago mal y descomía con facilidad. Y mi grabancito es que cada vez está más flaco y come menos y es que le están saliendo los cuatro colmillos a la vez y no puede de dolor.
El caso es que acabé la jornada más que cansada. El sábado tuvimos día familiar, fuimos a comer a casa de los abuelos.
A decir verdad, soltamos allí a los duendes, a los dos mayores con las bicis y al pequeño en el carrito y salimos disparados al supermercado a llenar la nevera, que según la abría decía "lléname".
Después de comer, mientras mamá descansaba (mentalmente) recogiendo la cocina y garbancito y papá dormitaban la siesta, los abuelos jugaban con los duendes mayores, unos a las tiendas y otros al escondite, y claro, qué mejor sitio para esconderse que detrás de las cortinas (con abuela incluída)...
Ayer cambiamos de casa pero seguimos de abuelos, nos llevamos también las bicis y tuvimos una jornada divertida, a pesar de la lluvia.
Mis soles disfrutaron un montón, por lo menos eso que llevan ganado, porque esta noche nos ha tocado vomitona, como con cada ciclo de mototrexato, empezamos a la una, luego a las tres, incluso hemos tenido que repetir la dosis de Zofrán (Antinauseas), ahora parece que ya está mejor.
De verle, hasta yo tengo nauseas...
2 comentarios:
arece tan sencillo cuando lo cuentas...lo de volver del hospi, ir al medico, hasta ir al super, jugar, desgugar, y tolerar esas nauseas de esa cosa que nombras que suena a pelicula de ciencia ficcion...y tu relatas y relatas y lo haces cotidiano y sencillo. Eres alucinante.
Ojalá el rubio tenga ya el estómago en su sitio. Gracias por esa foto preciosa, esconde tanta ternura... ¡Qué importantes son los abuelos! Mil besos.
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