Los días vuelan, los meses vuelan y los años corren y corren.
Once años del diagnóstico de mi Sol que no estaba dispuesta a pasar en casa. No tengo tiempo para organizar gran cosa, y lo que es peor, cada idea que se me ocurre recibe malas caras por parte de alguno de los duendes.
Mi primera opción era ir a Santillana del Mar y ver la réplica de las cuevas de Altamira. La respuesta fue unánime, no.
Sigo con muchas ganas de volver a la mezquita catedral de Córdoba, pero los que no han ido con el cole en estos dos últimos años es porque van a ir este, así que si mamá se queda con las ganas no pasa nada.
No había previsto ir a la nieve, básicamente porque no había nieve, pero el fin de semana del 16 de noviembre nevó y, mientras veía un partido de basket de uno de mis chicos puse un correo al hotel para ver la disponibilidad de habitaciones.
Como podéis imaginar, con 18 días sólo de margen ya no hubo manera de que las habitaciones fuesen comunicadas pero igualmente las cogí.
Me encanta el hotel Edelweiss en Candanchú. Es como una casa grande donde las familias cogen varias habitaciones y todos los niños corretean por los pasillos, una delicia.
Salimos el día 5, después del cole y pillamos bastante atasco, pero llegamos a dormir.
Los chicos no habían querido apuntarse a clases este año (mi Hada de hecho dijo que si la apuntábamos a clase no iba). Así que cogimos los equipos y los forfaits y ale, el día 6 a esquiar. La cosa fue bien, el tiempo era bueno y no nos caímos (demasiado). El día 7 decidimos cambiar Candanchú por Astún, el forfait vale igual y el autobús te lleva igualmente. Mi sol lo conocía de haber ido con el cole.
Ahí la cosa se torció con mi Hada. Nos caímos unas cuantas veces y empezó a decir que ella no tenía ninguna necesidad ni de pasar frío, ni de pasar miedo bajando, no de hacerse daño. Siguió esquiando a regañadientes, pero el día 8 después de la primera bajada se plantó y dijo que no subía más, que ella se iba a la cafetería a por un chocolate caliente.
El resto seguimos, pero después e una última bajada después de comer, yo volví con ella al hotel.
El día 9 amaneció nevando mucho y a mi me dolía todo (por muy bien y ágil que me encuentre, que en realidad me encuentro), los años se notan.
Sin prisa recogimos y bajamos a casa con mucho atasco también a la vuelta. Pero llegamos enteros, doloridos, con agujetas, pero enteros.
Lo pasamos bien, pero ya me ha quedado claro que mi Hada pasa de tema y que si volvemos a la nieve en familia, que me parece un planazo, tengo que buscar una actividad alternativa para ella.
Pues ese fue nuestro puente de diciembre, voy a ver si encuentro otro hueco y os sigo contando.