Acaba hoy mi cuarta semana laboral después de mi descanso estival, vaya que descansé tres y ya han pasado cuatro.
La vuelta al cole es dura, no sé si tanto para mis duendes como para mí, pero os aseguro que para mí no es una época fácil.
Al igual que ver pasar las 12 campanadas de fin de año no me supone más que un cambio de calendario, el mes de septiembre es siempre el de empezar de
nuevo, haciendo balance de lo pasado y estableciendo metas para un nuevo
curso.
Las metas básicas son las que son, estar tranquilos y sanos, nada más, pero
la vida es eso que pasa mientras tú haces planes, así que si no haces
planes parece que la vida no pasa.
Vuelvo a septiembre, vuelvo a casa y se hace evidente que las casas
necesitan un mantenimiento mínimo. Vuelta a las limpiezas generales, a los
retapizados de sofás llenos de Nocilla y al almacenaje de las tareas
escolares del curso pasado.
Pero las paredes están ahí, llenas de roces, manchas y marcas de zapatos de
hacer el pino contra la pared sin descalzarse...
Y de repente me encuentro sola queriendo pintar la casa, sola porque
tendíamos que pintar viviendo en ella, con el desbarajuste que ello supone
y parece que nadie lo ve necesario salvo yo.
Miro las cortinas, las maravillosas cortinas de hilo y vainicas que mi
madre y yo (más ella que yo) hicimos hace casi 15 años, las pobres no van a
aguantar mucho más. De lavar y lavar el hilo se desgasta y aparecen
pequeños agujeritos, las vainicas se rompen por zonas y voy poniendo
entredoses de tira bordada como parche pero no puedo parchear mucho más.
Y yo quiero una casa bonita, cuidada y ordenada, y eso es muy difícil en mi
caso, por más que mis duendes sean cuidadosos, son niños y las cosas se
caen, se rozan las paredes y lo de recoger en un concepto que nos cuesta
interiorizar.
Eso por un lado. Por otro la vuelta a la actividad escolar de los duendes.
Lo que es en sí el horario escolar lo tengo organizado, ruta mañanera y
recogida por mamá a la tarde, pero ¡ay madre que empiezan las
extraescolares!, Garbanzo y Sol tienen baloncesto los lunes, pero es que
además Sol entrena también el viernes y se supone que tiene partido los
sábados, pero es que además la salida de la clase de baloncesto de Sol de
los viernes coincide con la hora de inicio de la clase de golf de mis tres
duendes y mía en el otro lado de Madrid y yo, volar, os aseguro que no
vuelo.
Tengo que ver como cambiar la hora del golf, no me vale con borrar solo a
mi Sol porque alguien tiene que recogerlo y ese alguien soy yo (pito, pito,
gorgorito...).
Y los otros que no quieren cambiar de día de profe ni de compañeros y yo
que sólo quiero vivir tranquila.
En estas diatribas estaba yo cuando ayer salieron de clase con su nueva
pila de libros para forrar y allí estaba mami papel adhesivo en mano
dispuesta a no sucumbir ante tal reto. Forré los libros de mi hada, me
planté las zapatillas y salí a trotar 40 minutos, volví , me di una
reconfortante ducha y mientras los duendes cenaban hice 5 litros de
gazpacho. Acosté a los duendes y justo después de cenar terminé con el
forrado de los libros de mi Sol conseguí acostarme a las 12:30.
¡Que dura es la vuelta al cole!
La vuelta al cole es dura, no sé si tanto para mis duendes como para mí, pero os aseguro que para mí no es una época fácil.
Al igual que ver pasar las 12 campanadas de fin de año no me supone más que un cambio de calendario, el mes de septiembre es siempre el de empezar de
nuevo, haciendo balance de lo pasado y estableciendo metas para un nuevo
curso.
Las metas básicas son las que son, estar tranquilos y sanos, nada más, pero
la vida es eso que pasa mientras tú haces planes, así que si no haces
planes parece que la vida no pasa.
Vuelvo a septiembre, vuelvo a casa y se hace evidente que las casas
necesitan un mantenimiento mínimo. Vuelta a las limpiezas generales, a los
retapizados de sofás llenos de Nocilla y al almacenaje de las tareas
escolares del curso pasado.
Pero las paredes están ahí, llenas de roces, manchas y marcas de zapatos de
hacer el pino contra la pared sin descalzarse...
Y de repente me encuentro sola queriendo pintar la casa, sola porque
tendíamos que pintar viviendo en ella, con el desbarajuste que ello supone
y parece que nadie lo ve necesario salvo yo.
Miro las cortinas, las maravillosas cortinas de hilo y vainicas que mi
madre y yo (más ella que yo) hicimos hace casi 15 años, las pobres no van a
aguantar mucho más. De lavar y lavar el hilo se desgasta y aparecen
pequeños agujeritos, las vainicas se rompen por zonas y voy poniendo
entredoses de tira bordada como parche pero no puedo parchear mucho más.
Y yo quiero una casa bonita, cuidada y ordenada, y eso es muy difícil en mi
caso, por más que mis duendes sean cuidadosos, son niños y las cosas se
caen, se rozan las paredes y lo de recoger en un concepto que nos cuesta
interiorizar.
Eso por un lado. Por otro la vuelta a la actividad escolar de los duendes.
Lo que es en sí el horario escolar lo tengo organizado, ruta mañanera y
recogida por mamá a la tarde, pero ¡ay madre que empiezan las
extraescolares!, Garbanzo y Sol tienen baloncesto los lunes, pero es que
además Sol entrena también el viernes y se supone que tiene partido los
sábados, pero es que además la salida de la clase de baloncesto de Sol de
los viernes coincide con la hora de inicio de la clase de golf de mis tres
duendes y mía en el otro lado de Madrid y yo, volar, os aseguro que no
vuelo.
Tengo que ver como cambiar la hora del golf, no me vale con borrar solo a
mi Sol porque alguien tiene que recogerlo y ese alguien soy yo (pito, pito,
gorgorito...).
Y los otros que no quieren cambiar de día de profe ni de compañeros y yo
que sólo quiero vivir tranquila.
En estas diatribas estaba yo cuando ayer salieron de clase con su nueva
pila de libros para forrar y allí estaba mami papel adhesivo en mano
dispuesta a no sucumbir ante tal reto. Forré los libros de mi hada, me
planté las zapatillas y salí a trotar 40 minutos, volví , me di una
reconfortante ducha y mientras los duendes cenaban hice 5 litros de
gazpacho. Acosté a los duendes y justo después de cenar terminé con el
forrado de los libros de mi Sol conseguí acostarme a las 12:30.
¡Que dura es la vuelta al cole!
1 comentario:
Que poca envidia me das. En serio. Se perfectamente lo dura que es la vuelta al cole. Pero si te sirve de consuelo, llegará el día en que tus hijos vayan al instituto,y, con suerte, podrás comprar los libros de segunda mano, que, normalmente, ya vienen forrados. Solo tendrás que poner una pegatina con sus nombres. Y las extraescolares, pues supongo que ya serán lo bastante autónomos como para coger el autobús correspondiente y serás lo que soy yo... una madre de adolescentes. Pero... llegarán otras cosas con las que tendrás que lidiar, más que nada, con tu mente, porque ahora sabes donde están en cada hora de su día, pero con 17, 18... solo te quedará... imaginar. Y eso, creo que es peor que todo el ajetreo del mundo entero.
Besos, super mamá. Y ánimo.
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