Hasta aquí la casa de mis abuelos, pero el pueblo es mucho más que una casa, es un ecosistema único que hay que entender y creedme que hay que ser
de allí y vivir allí para conseguirlo.
A la entrada del pueblo han germinado docenas de establecimientos dedicados
a la venta de marroquinería, en el pueblo siempre hubo tradición, pero al
amparo de eso creo que ya son demasiados los que intentan hacer negocio.
Dicen las lenguas enteradas que los bolsos de Loewe se hacen allí y que
salen derechitos para estampar en logo en sus fábricas, yo no lo sé.
Pero esa no es para mí la verdadera entrada del pueblo, la de verdad,
verdad es la gasolinera a la izquierda.
Un poco más adelante la plaza de la Hermandad. Hace 20 años, cuando en el
pueblo decidieron ser "ricos" la destrozaron, arreglaron el adoquinado
original y pusieron granito. El viejo pilón en el centro, donde se tiraba a
los mozos de fuera que venían a buscar novia aquí se cambió por una fuente
ornamental (horrorosa) y en el frente, delante de la carretera se pusieron
poyos de piedra donde los abuelos se sientan a arreglar el mundo.
En vez de seguir por la carretera general vamos por "el arroyo" que es
paralelo en el lado izquierdo. Avanzando se llega a la plaza de la iglesia,
una bonita iglesia del siglo XVI remodelada y encalada respetando la parte
de los frescos originales que aún se conservan.
El sacristán está en la puerta, madre mía qué mayor está.
Salimos de la iglesia en la que a los duendes les hace especial gracia ver
la pila bautismal en la que bautizaron a la abuela. Seguimos avanzando por
el arroyo hasta llegar al final.
Me llama la atención el enorme polideportivo recién estrenado a la
izquierda, pero lo que yo busco está a la derecha: las escuelas. Como es
sábado está cerrado, veo que han arreglado el patio y han colocado canastas
de baloncesto y porterías.
En ese patio, hace muchos años, la primera semana de Agosto se celebraba la
"Semana Cultural", había música, teatro, declamación de poesía...
Los niños se sientan en la verja, delante, con la abuela y hacemos fotos.
Me muero de la pena al ver a mi espalda lo que era "el canto de San Pedro".
El canto era una peña en la que se había acoplado un grifo con una fuente,
ahora la fuente ha sido desplazada a la izquierda un poco más adelante y es
anodina, como miles de fuentes. En lugar del canto lo que hay es una fuente
de granito tipo "marvellí" que no pega ni con cola.
Volvemos hacia la casa por la carretera general, aquí las cosas han
cambiado poco, sólo los abuelos que yo recordaba en las puertas, ahora son
otros, los anteriores ya murieron.
de allí y vivir allí para conseguirlo.
A la entrada del pueblo han germinado docenas de establecimientos dedicados
a la venta de marroquinería, en el pueblo siempre hubo tradición, pero al
amparo de eso creo que ya son demasiados los que intentan hacer negocio.
Dicen las lenguas enteradas que los bolsos de Loewe se hacen allí y que
salen derechitos para estampar en logo en sus fábricas, yo no lo sé.
Pero esa no es para mí la verdadera entrada del pueblo, la de verdad,
verdad es la gasolinera a la izquierda.
Un poco más adelante la plaza de la Hermandad. Hace 20 años, cuando en el
pueblo decidieron ser "ricos" la destrozaron, arreglaron el adoquinado
original y pusieron granito. El viejo pilón en el centro, donde se tiraba a
los mozos de fuera que venían a buscar novia aquí se cambió por una fuente
ornamental (horrorosa) y en el frente, delante de la carretera se pusieron
poyos de piedra donde los abuelos se sientan a arreglar el mundo.
En vez de seguir por la carretera general vamos por "el arroyo" que es
paralelo en el lado izquierdo. Avanzando se llega a la plaza de la iglesia,
una bonita iglesia del siglo XVI remodelada y encalada respetando la parte
de los frescos originales que aún se conservan.
El sacristán está en la puerta, madre mía qué mayor está.
Salimos de la iglesia en la que a los duendes les hace especial gracia ver
la pila bautismal en la que bautizaron a la abuela. Seguimos avanzando por
el arroyo hasta llegar al final.
Me llama la atención el enorme polideportivo recién estrenado a la
izquierda, pero lo que yo busco está a la derecha: las escuelas. Como es
sábado está cerrado, veo que han arreglado el patio y han colocado canastas
de baloncesto y porterías.
En ese patio, hace muchos años, la primera semana de Agosto se celebraba la
"Semana Cultural", había música, teatro, declamación de poesía...
Los niños se sientan en la verja, delante, con la abuela y hacemos fotos.
Me muero de la pena al ver a mi espalda lo que era "el canto de San Pedro".
El canto era una peña en la que se había acoplado un grifo con una fuente,
ahora la fuente ha sido desplazada a la izquierda un poco más adelante y es
anodina, como miles de fuentes. En lugar del canto lo que hay es una fuente
de granito tipo "marvellí" que no pega ni con cola.
Volvemos hacia la casa por la carretera general, aquí las cosas han
cambiado poco, sólo los abuelos que yo recordaba en las puertas, ahora son
otros, los anteriores ya murieron.
No se si quiero volver, no se si puedo volver, todo es tan distinto de como yo lo recuerdo, aunque quizás la que más ha cambiado he sido yo. Me da pena perder mis veranos de niña, me da pena que mis hijos no puedan vivirlos, pero es que lo que no puede ser no puede ser, mis abuelos no están, mi madre vino a vivir a Madrid cuando tenía 14 años, sus años en el pueblo son sólo anecdóticos y yo creo que el pasado seguirá en mi aunque mi vida camine hacia adelante.
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