Pido perdón antes de nada si a alguien molesto con mi historia, no es mi intención.
San Juan, San Juan...
En 1999 pasé el mes de mayo y parte del mes de junio en Puerto Rico, cerca del viejo San Juan en el barrio de Condado. Trabajaba allí, estaba alojada en un hotel tan bonito como (entonces) poco organizado,el Condado Plaza.
Tengo que decir, antes de empezar, que el trabajo de auditor es ingrato, digan lo que digan eso de que alguien de fuera venga a revisar tu trabajo intentando poner puntos en las íes no te hace precisamente simpático. Pues esa era mi labor, y tuve la suerte de encontrarme con gente poco colaboradora que me hizo sudar tinta.
Pero la visita fue torcida desde el mismo día de la llegada (al menos en este viaje no perdí el equipaje como en el anterior). Al llegar al hotel, todos mis compañeros tenían habitación reservada menos
yo y no había forma de hacerles entender que la reserva era única y que todos nosotros éramos un pack. Como única solución me asignaron una habitación en una planta de fumadores. Jamás he fumado y el olor del tabaco impregnado en las moquetas y cortinajes que repatea.
Quedamos en que al día siguiente, en cuanto quedase una habitación vacía cambiarían mis cosas. Me trajeron un "burro" de esos con ruedas que usan en los hoteles para transportar el equipaje y me dijeron que al salir por la mañana después de desayunar dejase en el "burro" la maleta con la ropa que
no quería que se arrugase colgada de la percha.
Cuando llegué al hotel a las 9 de la noche el burro con toda mi ropa estaba en mitad del vestíbulo.
Una vez superada la sorpresa me acerqué al mostrador a preguntar, qué hacían todas mis pertenencias allí. "Claro señora, porque usted hará ahora el check out para irse" (!!!!!????), ¿Irme, a dónde?.
La cara de aquel empleado debía ser parecida a la mía, "perdón señora, no la comprendo", que no me voy a ninguna parte, que llegué ayer...
"Pues debe haber un malentendido porque usted no tiene reserva y no quedan habitaciones libres, lo siento".
La sorpresa pasó a ser estupor y, muy al estilo español, empezamos el equipo entero a armar bronca hasta que apareció el gerente del hotel.
Viendo que no llegábamos a acuerdo alguno, le pedimos una guía telefónica y un teléfono y llamamos a un hotel cercano, para esa noche no había posibilidad de cambio para el equipo al completo pero para la siguiente sí.
El Gerente del Condado Plaza le vió las orejas al lobo, iba a perder a un grupo de nueve personas con reserva para mes y medio y la solución apareció como por arte de magia.
En realidad había "una" habitación, sólo que era en un piso alto, con vistas al océano y una terraza grande, una habitación más cara. Esa fue para mí.
Por las noches, después del trabajo solíamos sentarnos a mirar el mar desde mi terraza.
La visita fue un auténtico calvario a nivel laboral, con zancadillas contínuas, el caso es que la finalización estaba prevista para el 24 de junio y nos contaron la tradición de la noche de San Juan. Allí la gente baja a cenar a la playa el día 23 y justo a las 12 de la noche echan flores al mar y entran corriendo al agua, se sumergen hacia atrás tres veces y piden un deseo.
A las 12 menos cinco bajé de mi habitación, me mezclé entre la gente que estaba en la playa y corrí a la vez que ellos a pedir mi deseo: "no volver nunca más en mi vida a Puerto Rico".
Aún no he vuelto y sinceramente creo que mi deseo fue un poco exagerado y así lo he puesto de manifiesto en otras ocasiones...
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