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Quiero daros la bienvenida a todos los que estáis aterrizando en el Reino de la Mermelada por primera vez. Esta es una ventana abierta a través de la que podéis asomaros a lo que es mi día a día. Si llegáis aquí buscando respuestas o información sobre la leucemia infantil, que sepáis que las respuestas están en vosotros mismos, yo sólo puedo compartir las mías. Agarraos fuerte que vienen curvas.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Una cama, dos formas de ver la vida

Se acerca mi aniversario de boda, y va para trece años pero las que nunca se alejan de mis pensamientos son mis abuelas, tan dispares como irrepetibles.
Hace trece años, antes de casarme, me puse a comprar y preparar todo eso que se llama el “ajuar doméstico”. Vale que en su inmensa mayoría lo elegíamos al alimón y coincidíamos en gustos, pero al llegar al momento “ropa de cama” vimos claro que nuestros caminos eran discordantes sin posibilidad de encuentro.
En mi casa se usan y se seguirán usando sábanas, bajera, encimera, almohada, manta en invierno con concha y colcha fina en verano con otra más bonita para cubrir, en la suya, fundas nórdicas.
En el verano del 98 mi contrario y yo nos fuimos con unos amigos a la Expo de Lisboa y yo compré (en Sintra) una colcha de algodón beige preciosa que es la que sigo usando en verano. Pero el cisma surgió con la ropa de cama de invierno, la posibilidad de usar edredón y funda nórdica era un mundo nuevo para mí. Me convenció el hecho de que parecía calentito y yo soy muy friolera.
Bueno, pues así se quedó la cosa.
Ya avanzado el mes de Noviembre del 99 invitamos a mis abuelos a merendar a casa, por supuesto, con el recorrido turístico por cada habitación.
Al llegar al dormitorio un “qué bonito” educado y ale, a la merienda.
A los pocos días me llamó mi abuela Torina por teléfono para decirme que en qué casa me había educado yo y qué clase de cama era esa que parecía un jergón de hojas como los que usaban los camineros de su pueblo. Eso no era, a su entender, una cama de persona decente, ahí lo que hacía falta era una buena manta y una bonita colcha…
Así se quedó la cosa, aquello era la cama de una “mala mujer” poco menos.
Mi Pepa no dijo ni mu, en ese momento. Fue sólo al cabo de algún tiempo, más de un año si no recuerdo mal que volví a invitarles a merendar en casa y entonces y sólo entonces fue cuando me dijo,  “a ver si esta vez de acuerdas de hacer la cama, que la última vez tenías todas las sábanas revueltas”. ¡Me quedé en el sitio!. Le expliqué que la cama estaba hecha y que era así, una funda nórdica con tejido de sábana que esconde un edredón calentito y que te evita tener tanta ropa de cama. “Pues hija, me parece muy requetebién” fue su contestación.
Una sola cama y dos formas de ver la vida y ellas dos que dejaron un hueco en mí que no se llenará nunca.

8 comentarios:

Nuria dijo...

Qué bonitos recuerdos, normal que las eches de menos, fueron personas muy importantes en tu vida, algo que, por desgracia, no siempre es así.
Un besito

Anónimo dijo...

Que suerte haber tenido dos yayas que dejaran tan buen recuerdo en tí. Yo no la tuve y me hubiera gustado. Mi abuela materna nos dejó siendo yo mayor, pero era una mujer tan poco cariñosa, tan poco apegada y tan desagradable incluso...en fín. Solo el hecho de que te tuvieran la cofianza de decirte lo que pensaban ya me parece que te querían mogollón.

Besukis preciosa.

Isi-risis.

Yolanda dijo...

Yo casi no tengo recuerdos de mis yayas, la paterna no la conocí, la materna murió siendo yo pequeña. Del que tengo bastantes aventurillas es de mi abuelo (materno), Paco que me venía a buscar al cole y reñía a las niñas grandes que no me dejaban jugar, un grande mi yayo

Leucemia Linfoblástica aguda Philadelphia positivo dijo...

Mi abuela era como la primera tuya. Cuando venía a casa se meaba de risa la condená y me preguntaba si tenía una tienda!!! Por todas las cosas que tenía almacenada... lo malo es que tenía razón. Dentro de poco me pongo en ebay una tienda con todas las cosas que junto.
Por otro lado mi otra abuela no la recuerdo. Pero si recuerdo con cariño a mi tia abuela, esa era una ídola, con su genio, pero una ídola. Se tiraba al suelo con nosotros para jugar y nos enseñó a jugar a la brisca...

juer lo que me está costando colgar el comentario con la leche de la demostración de que no soy un robot!!!

Anónimo dijo...

Vaya lío de sábanas y edredones jajajja, tenían razón tus queridísimas abuelas, la primera vez que me peleé con un edredón en mi vida fue en Salzburgo, era una cama tan abultada y extraña que no sabía por dónde meterme, jeje, ha llovido desde entonces...
Por aquí bien con colchita fina de verano;)
Muackkkkkk!

Lamardestrellas dijo...

Ay, qué anécdota tan bonita y tan divertida. Te agradezco infinito las risas, ahora que estoy de tan mal humor porque mi pequeña bestia acaba de cargarse de un pisotón media mañana haciéndome la pedicura.
Me encantan las anécdotas en las que tus mayores son los protagonistas. Tu futuro libro debería llevar ese camino, creo yo.

Mi Álter Ego dijo...

Adoro los nórdicos. Desde que los descubrí, soy otra.

Es curioso cómo cada persona tiene su punto de vista sobre cosas que pueden parecer, en principio, tan triviales. Y qué importante y bonito es tener la oportunidad de escucharlas todas. Un besote!!!

missi dijo...

Ja ja ja ja ja ! Preciosa anécdota!