El puente de diciembre de 2008 fue el último que pasé en Madrid, ahí empezó nuestra pesadilla y desde entonces no puedo quedarme en Madrid esos días, ya os lo he dicho otras veces.
El caso es que este año, con lo de la mononucleosis de mi Sol no tuve fuerza, ni ánimo, ni tiempo para planear ninguna escapada, pero tenía claro que aquí no me quedaba. El miércoles 4, después de cenar nos pusimos a buscar. Como podéis imaginar, para cuatro y a última hora las opciones se reducen.Pensamos en Soria, que yo no lo conozco, pero no fue posible, Ciudad Rodrigo, lo mismo. Las opciones se quedaron en dos, Burgos, que a mí siempre me parece una opción maravillosa y Salamanca. Mis duendes dijeron que Burgos no les apetecía, así que el destino fue Salamanca.
Debía hacer 40 años que no iba por allí. Reservé desde aquí las entradas para ver la catedral, pero nada más, bueno sí, el hotel, en la misma puerta de la catedral, estupendo. Salimos el día 6 sin prisa, llegamos a la hora de comer y nos encontramos con que todo estaba a rebosar de gente. Comimos tarde, visitamos un museo del automóvil que nos gustó mucho y paseamos sin rumbo fijo. Entramos también en la universidad antigua y nuestro intento de ver el huerto de Calixto y Melibea fue en vano, había miles de personas haciendo cola.
El sábado visitamos la catedral, la nueva, la vieja y las torres, también las torres de la universidad pontificia y ya por la tarde la misma universidad. Fue un día súper agradable. Las noches las disfrutamos cenando en la plaza mayor con su enorme árbol de Navidad y sus luces y ya, el domingo 8, después de desayunar, nos volvimos a casa.
Lo pasamos muy bien, estos viajes cortos de turismo cultural nos encantan a todos.
Tanto así, que, como echamos mucho de menos a mi Hada, que sigue en Trumplandia (madredelamorhermoso) pensamos en hacer una escapada cuando ella volviera para vacaciones, pero más lejos. Ella tenía muchas ganas de conocer Roma y a los chicos les pareció buena idea, también a nosotros, que la última vez que estuvimos allí fue en 2006.
Salimos el día 26 de diciembre muy temprano por la mañana. También teníamos las reservas para visitar los museos Vaticanos, el Coliseo y el foro romano, lo demás, pues según iba surgiendo. Roma maravilloso y lleeeeeeeeno de gente, por todos lados, no se podía dar un paso. Pero fue genial. Siguiendo las recomendaciones de Instagram mis hijos iban buscando restaurantes y lugares de interés, aparte de los típicos. Yo nunca me canso de ver iglesias pero mi garbanzo ya no podía más, según él son todas iguales, o muy parecidas.
La Fontana de Trevi estaba preciosa recién restaurada y lo peor... la plaza Navona, el mercadillo navideño que habían puesto te impedía disfrutar de la grandiosidad de las fuentes, en fin.Caminamos como locos y, por supuesto, nos quedaron mil cosas que ver, la que más rabia me dio a mi fue la Boca de la Verdad, que nunca en ninguno de mis viajes he conseguido verla.
Volvimos muy tarde, por la noche el día 29. Para mi organización era mejor así. El día 30 madrugué mucho para ir a hacer la compra y empezar a reparar la cena de Nochevieja para once personas.
Me encanta ir de viaje con mi familia, vale que a ratos todos nos ponemos un poquito insoportables, vale que no siempre nos apetece ver los mismo, todo me vale con tal de estar con ellos.
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