Que ser mamá conlleva desgaste físico es un hecho que nadie discute. Que los efectos físicos de la maternidad son obvios son un hecho, las ojeras son cada vez más profundas, la falta de tiempo para una misma, una realidad, pero lo que hasta ahora no había comprobado es que ser mamá te da la posibilidad de lucir un precioso morado en un ojo, digno del mejor de los puñetazos.
Estábamos mi Sol, mi Garbanzo y yo en la cama, ellos jugando a los coches y yo intentando que durmieran la siesta, en un “estate quieto que te vas a caer” yo agaché la cabeza, mi sol levantó la suya y golpe al canto.
Me dolió, pero no le di más importancia, hasta que al cabo de un rato largo me miré al espejo y vi mi precioso morado, además, es un morado errante, ha ido cambiando de lugar, va bajando desde lo alto del párpado hacia el lagrimal, yo calculo que en un par de días se junta con la ojera, ¿qué os apostáis?.
3 comentarios:
¡Vaya, pues sí que fue un señor golpe! Por suerte no fue nada más... pero desde luego hasta que baje el color tiene un poco de mala pinta.
Oye que cabeza más dura tiene tu sol, maaadre que golpazo!
Menudas pestañas tienes morena!
Madre mía, Lou... Tómatelo con paciencia pq creo que los morados en el ojo duran bastante...
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