
Las rutinas son cada vez menos rutina y el caos va avanzando posiciones. Los horarios se relajan tanto que a veces siento que la siesta se va a juntar con la hora de irse a la cama, claro que como ahora nos vamos a la cama casi a las 2, intentamos que eso no llegue a ocurrir.

Pero todo es caótico, la limpieza, la organización de los menús, la pelea por el mando de la tele.
Por eso digo que seguir bien de salud y sin que nadie le haya sacado un ojo a otro de un puñetazo es un gran avance, no se lo que podremos mantener esta calma.
Sigo echando mucho de menos a mis padres, y eso que hablo con ellos tres veces al día, algunas por video llamada. Pero es rarísimo ir a dejarles la compra y no poder achucharlos, recuerdo su olor, pero no es lo mismo.
Y mientras la vida sigue, la glicinia ha florecido, está preciosa y en casa hemos plantado guisantes y judías verdes, verlas crecer hace que nos demos cuenta del paso de los días.
Y mientras el miedo al "después" que es lo que más me atormenta, la debacle económica será casi peor que la sanitaria, y para eso, tampoco estamos preparados.
Hoy hace sol.